Entre palabras que desearía pronunciar más allá de mi interior, acobijaría el soneto temeroso de lo que sería nuestro primer encuentro.
Pero ni tú tienes tan pocos versos, ni yo poseo el valor para recitarte lo que te hago al irme a descansar.
Atrapados desde el momento vibrante en que descubriste que existía, hasta la cita pueril que tenemos casi todas las noches, en donde tú ves lo que muchos pueden, y en donde yo diluyo en poesía lo poco que muestras.
Así pasará esta y todas las jornadas porque me conoces por Niza y yo ni sé cómo te llamas.