Hay palabras que se pronuncian en el estruendo y otras que se callan por temor.
Almas que sin conocerse, pueden embaular toda tu atención.
Medidas que al suplir su última sílaba y volverla al singular, complementan su nombre en un intento por crear.
Es por eso, José Pablo, que en razón de esta nada en la que conoces ya mi nombre, solamente te diré que:
“Las mentes que albergan deseos incautos, son las menos renuentes a dictar su dolor”.
La congoja de saber que lo que pudo nacer, nació. Pero hoy termina con un provisional adiós.