Te he leído en el silencio, en la ausencia, en tus pocas y cortas palabras, te he releído en las conversaciones vagas y dispersas, en el ambiente cálido e imprudente que hemos propiciado.
Te he leído en el estruendo y en el vacío. He intentado descifrarte a tu manera y me he aferrado a la mía, sin haberme impregnado en ti.
Te había querido leer más allá de un abrazo. Pero me di cuenta que la mejor forma de hacerlo será siempre explicándote encaprichadamente mis versos.
Permíteme leerte lo mucho que te he leído, nada más.