Quiero que resuene mi voz sin cansancio y hasta el más recóndito espacio de la nada. Quiero que las fibras que envuelven mi tímida piel, se desnuden a la primera incitación de placer. Vivir al límite y sin ninguna atadura endémica de una sociedad profana que entre gemidos de noche espera la luz del día.
Quiero ignorarte en la sobriedad y beberte en cada trago de recuerdo, invocarte entre la muchedumbre que a diario me atosiga. Nombrarte como lo que fuiste o simplemente como lo que eres, y en un sorbo de indecencia mostrarte mi realidad.
Te quise mucho y te volvería a querer más. Sin la idea vacía que acaba de esfumarse de tu ser. Volvería a desearte como te tuve la última noche. Volvería a impregnarme en ti con mucha más fuerza, porque lo que me diste es vida y vida es lo que quiero que nunca me falte.
Aún en la humillación que fue tan grande y tan todo menos simbólica. Más simbólica que humillación, quiero huir de esta sociedad que siente poco y castiga mucho, surgir de entre escombros de pensamientos e ideas mundanas, ser parte de las grandes historias, escritas por hacer lo que no se debe, porque aun sabiendo que no debíamos, hicimos lo que sentimos.
No es retórica, mucho menos angustia, quiero que la siguiente puesta en escena me entregue aún más, que el telón caiga porque no soportó su peso. Que dure lo que se deba, que yo me debo poco, y mucho más cuando te dejo de pensar.
Y si encontraste fuerza en mis lágrimas constantes, si engrandeciste el orgullo de tu ideal callado, me importa poco en tanto me hagas vibrar. Y quiero que nunca pero nunca, de mi vida se desvanezca las ganas incesantes que tengo por amar. De vivirme en desengaño, en mi calma y en mi osadía, en las carcajadas y en la exaltación que nunca tuvimos. Tú y yo siendo poco aun siendo bastante. Para quererte mucho, para jamás olvidarte. Para callarme las ganas de no volver a pecar.
Porque eres tan poco cuando no te vibra nada, porque desde que te fuiste eres tan desdichadamente feliz, porque desde que me fui jamás has vuelto a vivir. Eres tan pobre que lo único que parece que tienes es felicidad, y sí, fuiste cobarde, fuiste tan cobarde que aún en el abismo me dejaste escapar.
Este escrito no sería posible sin las pláticas tan únicas y tan nuestras, gracias amigo César Eduardo Trujillo.
Me gustaMe gusta
Brillante, bellísimo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias Fabiola. Que alegría saber que te gustó, saludos.
Me gustaMe gusta
No pude dejar de leer hasta el final, facinante Judi.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me da mucha alegría saber que te gustó, saludos.
Me gustaMe gusta