De génesis hebreo es su nombradía, dulce melodía de agosto; arribo de inciertos e inesperados caprichos, cubiertos ya, por la lluvia de aquel verano.
Ápice de grandes proezas convertidas en deslices de vida. Anhelos por años reprimidos, materializados ufanamente, en un solo atardecer. Eres acervo de tropelías acumuladas, ardías en fuegos ajenos aún sin conceder.
Encontrar respuesta en un rincón de veinticuatro preguntas, representó el comienzo de sus más erradas pero sabias decisiones, cuánto daño le hizo callar, lo que el espíritu le gritaba todas las mañanas. Ahora sus ojos transmiten un color diferente a la realidad, es la aquiescencia a tantos atropellos, es amargamente su más dulce reticencia.
Nunca mates la inspiración de quien nació en llanto sabatino, nunca cuestiones porqué le quedó esa mancha. Ella y tantas son las razones, enigmas que sin repuesta, merecen ser simplemente sentidas.