Y volví al lugar donde la paz no tiene cabida, pero donde la esperanza ocupa un lugar esencial.
Volví al motivo donde el corazón reposa, palpitante sensación de ausencia, aquí las paredes rígidas de tinto chillante, albergan un escaso pero genuino consuelo.
Volví a donde todo comenzó, al cuarto ordenado y a las ideas dispersas. A las arduas y reacias jornadas de labor, al insuficiente pero urgente reposo, al apetito insaciable de olvido y pudor.
Volví a los pensamientos exasperados de estar mejor en duelo que procurando la paz. Sustraerme de absolutamente todo es mi deseo, que se esfume la idea resuelta del tiempo, hay cosas que no cambian, solo renacen, hay instantes que mueren, felicidad por coraje.
Los impulsos son los peores consejeros, me han hundido en las aguas más profundas de culpa. Se me da por inventar frases y palabras, por reinventar la rutina y asignar significados. Los errores cotidianos y las disculpas sinceras son castigos que impongo a las genuinas cuestiones de la vida.
De vuelta al inhóspito suplicio del querer, del quererme bien habiendo hecho todo mal, en la intención de la soledad por la soledad, he vuelto a redactar.