Volvió a verla, Manolete, y mientras abdicaba en el de varas, fenecía mi esperanza en el tercio de muerte.
Al entregar mi mejor faena, mi suerte ingenuamente volvió a caer al ruedo. Solté la montera en un acto de cobardía, sin darme cuenta que era lo mejor que me sucedería.
Desde hace algún tiempo dejé de torear la vita, y encausé toda mi energía en intentar la revolera. No me percaté que ni corrida, ni toro, ni nada, todo se me había agotado, todo lo que había toreado, ya no existía en nuestras vidas.
La fiesta se me acabó, Manolete, quizá la brava aun subsista, pero mientras más lo encauso, más la lidia me domina.
Vazqueña es, la que me arrebató la tarde, ahora toca ceder, buena puya, buen peto. Adiós torero, adiós.