En el Café de las Historias, el que no conozco, el que ya no existe, tocando su armónica y una guitarra de caoba, imaginé al carmelitano, aquel de ojos tristes, interpretando para otros, acordes indescriptibles.
Mientras él tocaba, yo le escribía, y en una manifestación intrépida de los sentidos, cantaba sin cantar, al momento de recitarle, un juego de palabras que se dictaron en el sueño y que ahora se descifran, de mañana y en silencio.
Textos de cerámica, habitaciones vacías, ávidas muestras que denotan cariño, en unas palabras, todo mi agradecimiento, al que confió en mis letras, cuando no me la creía.
Dueño de las misteriosas líneas que produce, de una infanta sonrisa y anhelos agridulces, después de momentos de redes y deseos, vendrán tiempos de plaza, de montaña y aire fresco.
Le conocí en un sueño, abismo de lo incierto, paradoja de la nada cuando la distancia es algo. Te deseo, Alejo, una vida de ilusiones, inmersa en más vida… «la vida que tú quieras».
Feliz cumpleaños.
Fotografía: Ana María Bustos.