Rótulo

No concebía la idea de abatirse, así que se perdió, en ella, en la sublevación de sus deseos y en el curso natural de su caminar.

De la angustia, luces intermitentes. De la incertidumbre, voces porosas implorando auxilio. Golpes tachuelas convertidos en armas de valor y las más prolongadas jornadas de paciencia reducidas en afección.

Ella volaba deseosa de encontrarle en el trayecto, sin comprender que para no claudicar en sus entrañas, hay que encontrarse a sí misma. Que aun teniéndose a ella, no puede poseerse ni disponer de nadie más, aunque se argumente agonía o motivos justificables.

Tiró el desasosiego en el diván donde reposaba su incomprensión, y tras noches carentes de esa ansiedad, que poco a poco terminaba con sus estribos, empezó a ver con claridad el encause de toda su culpa.

La ciudad que le cobija y el pueblo que dejó atrás, fueron el milagro de su encuentro, uno de tantos significados que liberan, requiebran y acurrucan a dos corazones que se reconocen. Motivo suficiente para recordar su lucha, la misma que despojó de cristales, esos ojos color desierto.

Que compartan el presente aquellos que no esperan el futuro, los que una vez heridos, encuentran en sus miradas, la liberación de toda condena procelosa. Los que perdonan y abrigan, los que cohabitan en el perdón.

Que en este rótulo de amanecer cesante, una vez amando, la vida ya no vuelve a ser igual.

3 respuestas a «Rótulo»

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