
En momentos de reposos inocuos del cuerpo, la mente distrae con juegos de calumnia y resistencia.
No puede aseverarse que el daño aterriza solo en la conciencia; los deseos también se impregnan en las entrañas, los reclamos encuentran cobijo en el ser, y muchas veces los silencios se albergan en el pecho, pareciera que los sueños, todos ellos inertes, tienen menos candados que la propia libertad.
Me pregunto hasta cuándo haremos de nuestra realidad regocijo, por más efímero que pareciera el pensamiento, la carga se encrudece cuando éste se vuelve recurrente.
Tratando de hacer el bien, esquivo todos los males que me encausan. Apología de lo absurdo; mientras la dádiva es el cometido, me encuentro huyendo del proselitismo cotidiano. Al final, son las pasiones del alma las mismas que motivan el insomnio que me atormenta.
Látigos de nada que por las noches son todo menos serenidad, al amanecer, una vez abrazada la fatiga, se transforman en padecimientos absurdos que prefiero no recordar.
Es tan poderoso el sombrío pensar de la noche, que quisiera huir del poder de mi «yo nocturno», olvidarme para siempre de esta condena perenne y vanagloriarme de mis causas perdidas; sin embargo, mientras existan la noche, seguiré luchando por no morir taciturna.
Como siempre, letras extraordinarias, interpretaciones furtivas y fondos imaginarios.
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Te felicito y te admiro judit Ponce Ruelas excelente escritora
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