De protesta y otros cantos

Si los simbolismos fuesen todo menos representaciones de la tragicomedia histórica del vivir, sería entonces un muro holgado de desinterés, donde se decante el desconcierto y la penumbra de la seguridad, donde se instaure sigiloso el estruendo y donde se plasmen, uno a uno, los cantos varios que tengo por nombrar.

Una y otra vez te dijo la rabia de mis ojos que no habría de sostenerse más. Así de fugaces los anhelos, así de finita mi paciencia, así de grande tu incomprensión.

En el lastre donde postrados están las luchas de todos ellos, aquello a lo que tú llamas máximo recuerdo de victoria, se han de reflejar la memoria de todas ellas. Créeme, son más, en número y en fuerza, en voluntad y entereza, en tenacidad y decisión.

Justo en este momento debes callar. Observa y no me externes tu incomodidad. Mi letra, mi momento. Mi clamo, mi lamento. Mi protesta no es tu condena, mucho menos mi libertad.

Solo dime cuándo irme, para ni siquiera hacer notar que una vez estuve aquí, sumisa y fiel. Dime que me vaya, para que pienses que obedezco, para simular que desde hace tiempo ya no soy de ti, pesebre ni cobijo; ni que te debo servilismo, gratitud o sumisión.

Desde la penumbra hasta la holgura, todas le hemos padecido, desde el silencio hasta la muerte, hay pandemias mucho más agresivas que la propia enfermedad.

De violencia y otros actos, de protesta y otros cantos, dime tú, cuáles quieres escuchar.

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