Puedo sentir cómo susurra en mi oído el peso de tu ausencia.
Sentada, envuelta en el cotidiano, me tiembla la entrepierna que imagina inquieta el olvido.
En erupciones simultáneas de un efímero placer, el recuerdo, el absurdo y permanente recuerdo de tu piel, me palpa, me gime, me provoca y me inunda en una insaciable inquietud.
No existe otro recurso posible que tu imagen, para que el cuerpo mío, cansado y distante, se sustraiga y se pierda en los vaivenes de un imaginario placer.
Te veo absorto, desabrochándote la limitante tela de tus vestiduras. Tu cabello, que se desborda seductor por tu rostro y tu pecho, me mata.
Toda la escena de tu cuerpo llamándome, me sustrae de esta atónita realidad… ¿y sabes? entre la existencia, esa que no te tiene, y el imaginario, ese que en ti reposa, muero lentamente en las inmensidades del por qué.
Una nueva vertiente, excelente, saludos Judith!
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