El mundo, el interno, suele derrumbarse ante la más ínfima prueba de cambio.
Pareciera que el absurdo se apodera de la fuerza rutinaria, de los planes, de las ganas; pareciera también que no hay alternativa, o fluyes con ello o no te deja escapar.
Avanzando en el inerte y fugaz recuerdo de compañía, la oportunidad se aproxima, no dilata, se avecina. Y ante todo el caos que acontece en el vivir, aparece la posibilidad de la enseñanza.
En un estrepitoso encuentro, el disimulo, el engaño y lo prematuro del momento, nos conduce, nos guía y nos llama, a lo que será una buena oportunidad.
Entre tantas dudas me vi, entre tantas certezas me encontré, y al reconocerme vulnerable, y al aceptar mi pasión, me acogieron los anhelos de quienes son, una joven, ferviente e inquieta inspiración.
Al cabo del tiempo, a los debates conduje, porque no hay mejor manera para ser, que el calor de las ideas contrarias, que el álgido encuentro de la diversidad. Y entre lecturas, barreras y entregas, hicimos del regreso a lo tangible, una bonita prosa de despedida.
«Cuestiónenlo todo, cuestiónense a sí. Acepten y comenten, callen si lo creen necesario, sean, padezcan y vuelvan a cuestionar, que este mundo desigual, entre armas nos observa, pero una de ellas es la posibilidad de crear».
Y en el transcurrir del tiempo, se llegó el momento de volar. Más que una cifra, una etiqueta, o la llana satisfacción de lo aprendido, espero que listas y listos estén, para abrazar el encuentro que les espera.
Estas líneas para ustedes, mi primer grupo de pensamiento filosófico. Escuchen, hagan y no dejen de soñar. Conecten, debatan, cuestionen, siempre vuelvan a dudar.
Al no elegirnos, nunca nos pertenecimos, es una despedida con posibilidad a reencuentro. Y aunque entre libros y alfajores nos dijimos hasta luego… siempre estaremos, al alcance de una pregunta.
Porque entre el alumnado, la filosofía y la despedida, yo me quedo con la conjugación de su cariño.