Un día como hoy

La historia de este año termina con un viaje, con el mismo viaje con el que esta historia inició. La diferencia es que, en esta ocasión fue la tierra de la frontera norte la que te acogió, desde allá, en la inconmensurable distancia de nuestros cuerpos, pensaste en mí, mientras estabas con ella.

Si lo escribo, es porque en mi mente todavía habitaba, lo que hasta ayer fue el último momento en el que esperé con sutil ilusión. Pensé que vendrías, al cuerpo que una vez fue de ti, a la morada que una vez te arropó, a las gloriosas grietas del techo de un cuarto endeble, a lo que hasta hoy, como recuerdo, simplemente falleció.

Venerar el infierno con el que se recibió el año que hoy termina. Abrazar la paz con la que cientos de días después me iré a dormir. Así concluye, así finaliza, el tormentoso agosto que me duró seis meses dos.

Las misivas son, y las misivas llegan. Has de saber que no importa cuándo lo leas, te perdono y nos libero, te olvido y nos salvo, de lo que siempre fue un amor lleno de verdad.

Hay besos, hay caricias, fechas y consuelos, que simplemente… un día se van.

Hasta siempre, 22 de agosto.

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