Llovía y no me había percatado. Caminaba valerosa y firmemente, después sentí que me cubrías y paulatinamente, como en revelación, caí en cuenta de la realidad.
No es que la temporada no ameritara protección, es que nunca imaginé que de gota en gota se producirían los estragos de un diluvio. Tu arribo no fue propiamente una llegada, sino una ventaja que tomaste en el camino.
No me asombra ni me mortifica, existieron más y complejas vacilaciones, este camino no es para lo endeble, aquello que opta por ya no caminar.
Dentro de esta indecisión no figura tu persona, es la de la voz la que altera sus momentos, para hacer de ellos mera energía y que ésta no dé cabida a una desilusión.
No sé qué me gusta más, si tu nombre o el mío en soledad, aprendí a andar osadamente, más nunca opté por caminar vacía.
Por tanto el dilema, por tanto tú, por tanto la búsqueda de una respuesta desmedida.