Un artículo mal

De momentos inesperados y situaciones alentadoras. Aquél jueves aparejaba la más estrepitosa jornada de estrés. De repente, una llamada, el silencio ensordecedor del arrebato, de la desidia. La espera se prolongó y entonces, se escuchó lo que posiblemente atesore por algunos años, pues la memoria tiene esos inexplicables almacenamientos temporales de placer y de duda, de alarde e imprecisión.

Nos hundimos, o quizá solo yo, en los bastiones de la naturalidad, en la apacible mocedad del momento. Se sintió interminable, lo que posiblemente duró no más de unos segundos. De repente, nos invadió la risa, esa carcajada que se comparte al unísono y que genera el nerviosismo de la promesa anunciada.

Le escuché y me escuchó reír, y ese plácido instante de complicidad nos envolvió en lo que sería nuestro primer encuentro.

Todo terminó, sí, pero no se sentía como desenlace, sino como el comienzo de lo que quizá será mi próxima condena.

¿Cuánto tiempo tendré que esperar para escuchar nuevamente esa voz profunda? ¿Cuánto tiempo tendrá que transcurrir para conocer lo que siento ya, como la intriga de la tan esperada respuesta?

Quizá deba, escribir otro artículo mal.

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